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lunes, 15 de abril de 2013

EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ


EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ

¡SON COMO LAS CUATRO Y MEDIA!

Por Ramón Durón Ruiz

D

entro del Programa Nacional de Pueblos Mágicos, dos municipios de Tamaulipas merecidamente se encuentran incluidos: las ciudades de Mier y de Tula, esta última fundada en 1617 por los franciscanos Juan Bautista de Mollinedo y Juan de Cárdenas. Tula, fue hasta el año de 1744 punto de reunión del colonizador José de Escandón y Helguera, en su paso hacia el interior del estado para la fundación de Villas.

Para que Tula fuese incluido en la categoría de Pueblos Mágicos, hubo de cumplir una serie de requisitos: contar con una población mayor a 20 mil habitantes; tener acceso fácil por carreteras; poseer un valor histórico, religioso y cultural; haber sido testigo de grandes acontecimientos en la historia; contar con tradiciones, leyendas y una bella arquitectura, entre otros requerimientos.

Es importante recordar que en Tula a finales de 1810 inició el movimiento de Independencia en Tamaulipas, contando con la destacada participación de los tultecos, Mateo Acuña, Lucas Zúñiga, Bernardo y Martín Gómez de Lara, –los famosos huacales–, Francisco Ramos y Reyes Pérez, entre muchos otros. En 1913 el Profesor y General Alberto Carrera Torres le da sentido social a la Revolución Mexicana con el primer ordenamiento legal agrario en México, su Ley Ejecutiva del Reparto de Tierras.

Tula, es un pueblo que con su historia, arquitectura, personajes, gastronomía, cultura y su magia cautiva los sentidos. En la medida en la que trabajemos en plasmar y rescatar la rica tradición oral de nuestros municipios, preservaremos la excepcional visión cosmogónica que en torno a la vida y a la muerte gozaban nuestros ancestros.

En el libro que recién acabo de publicar VIDA Y TRASCENDENCIA EN UN “PUEBLO MÁGICO” narro la historia de Tula y hago un estudio de sus prácticas tanatológicas, expresadas en sus ceremonias fúnebres de corte católico, que mantienen vigentes los singulares ritos, mitos, simbolismo y sincretismo religioso que ante la presencia de la muerte, en conjunto, ayudan a los deudos a superar  la aflicción y seguir adelante, bajo la idea del tránsito hacia una vida mejor.

En el “Pueblo Mágico” de Tula, las prácticas tanato antropológicas en torno a la muerte, heredadas a través de la tradición oral, poseen una excepcional cosmovisión, son un patrimonio intangible de nuestra tierra, que tiene la magia de conjugar holísticamente la vida con la muerte y esta con la trascendencia.

Los mitos y ritos, hacen una sintropía entre doliente y el que efectúa la praxis tanatológica, es decir un poderoso intercambio de energía con el universo, ahí se enfrenta la muerte... no la evaden, por eso no hay duelo y si después del funeral permaneciese el duelo, este se procesa satisfactoriamente en el novenario.

En el duelo todo cae en la mente inconsciente, es la respuesta fisiológica ante la presencia de la muerte y posteriormente ante el recuerdo. El duelo determina mucho de nuestro mundo emotivo, impacta directamente en el sistema inmunológico.

Toda muerte genera una emoción intensa de duelo, para procesarlo se requiere la emoción opuesta. Eso es lo que generan los ritos, los mitos, el sincretismo y el simbolismo religioso, para llegar a la homeostasis, que es un ajuste de equilibrio y auto regulación, es la vía del proceso oponente, en el que espiritualmente se trabaja para restituir lo perdido, es una manera sabia de aceptar como condición innegable la presencia de la muerte, cuyo paso siguiente es el encuentro con una nueva vida.

En los funerales el acompañamiento, el abrazo, la palabra de aliento, los cánticos, la oración, juegan un papel trascendente, se dan en un mundo cuántico que brinda excelentes resultados al traer paz y consuelo al doliente.

En un “Pueblo Mágico” la muerte está llena de símbolos: los 4 grandes cirios pascuales encendidos que acompañan el féretro en las esquinas del ataúd, son un símbolo fecundante, una expresión fuerte, purificante, iluminadora, que reúne a la luz y al fuego hacia los 4 puntos cardinales.

Representa a Cristo resucitado, vencedor de la muerte, el renacimiento espiritual, el sol que no tiene ocaso, la purificación del alma que se libera del principio mortal, que pasa del reino terreno, al reino de Dios. La luz y el calor, simbolizan el poder de vida que anida en la espiritualidad del hogar, la fuerza que cuece los alimentos, el poder que acerca la materia a lo anímico, es un proceso de conduce al acenso con lo divino.

A propósito, dos viejecitos están en un velorio, uno le dice al otro:

— ¡Compadre!, ando bien contento, afigúrese que compré un aparato pa’ la ‘inche sordera… ¡¡buenísimo!!

— ¡Ah, sí! y ¿Cuánto le costó?

— No, po’s, ¡son como las cuatro y media!

filosofo2006@prodigy.net.mx/Facebook: filosofoguemez/Twitter: @filosofoguemez

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